A finales de la Década de los 80 o recién entrados los 90 escribí un artículo en un periódico Comarcal titulado “De Camporrobles a Rueda”.
Buscaba poner de forma muy cruda negro sobre blanco en las narices de las gentes de mi tierra, las diferencias “plomizas” que pesaban vitivinícolamente hablando entre dos localidades: Una de la Comunidad Valenciana y otra de Castilla-León. Eran de similar tamaño de población. Con unos ayuntamientos que poseían presupuestos similares. Eran de territorios geográficamente distantes, pero climatológicamente casi gemelos, y con estructuras socio económicas en lo agrícola muy heterogéneas y divergentes.
Más de 20 años después, de las pocas cosas que han cambiado son: que en Rueda (que da nombre a la Denominación de Origen más prestigiosa de blancos de España), están embotellando unos 60 millones de botellas y en Camporrobles, uno de los 9 municipios que forman la DO Utiel-Requena, han introducido entre su monocultivo de la variedad Bobal, el cultivo de la uva blanca de Macabeo, muy tímidamente. No vamos a hablar de las botellas que llenan. La propia DO Utiel-Requena, habrá llenado este 2012 alrededor de 26 millones, la cifra que hacía Rueda en los años que yo citaba al principio. Con esa “pista” o similitud, nos quedan unos 20 años para llegar a los 60 millones de botellas de Rueda y entonces Rueda puede estar por más de 100. No está nada mal!!, para Rueda claro.
En Rueda se cultiva una uva llamada Verdejo cuyos vinos tienen una personalidad propia, genuina, y si me permiten la expresión “arrebatadora” aunque habrá quién diga que exagero y que me excedo en mis adjetivaciones. Y tanto derecho tiene a decirlo como yo a repetirlo.
Los vinos blancos de Verdejo de Rueda saben a “Rueda” y es tan personal e inconfundible su aroma y sabor que quizá eso sea lo que a algunos enamora y a otros subleva. Introdujeron la variedad Sauvignon Blanc porque todos en éste país hemos buscado la “glamourización” de nuestros vinos autóctonos, a través del halo que variedades como la Cabernet Sauvignon, Chardonnay, o Pinot Noir llevaban en sus polifenoles, hartas además de ser trasplantadas en medio mundo, bueno, ahora ya casi entero, y no digo los intentos de dar un toque Alsaciano cuando de la gewurztraminer hemos echado mano para nuestras plantaciones en otros lares.
Una globalización oportuna, o menos oportuna. Lo cierto y verdad es que las características genuinas de algunas variedades en otros lugares no han sido mostradas de forma patente y potente en los vinos elaborados, como las tienen en sus zonas de procedencia.
Pero éste final de año he tenido una gran sorpresa, una magnífica y grata sorpresa. Latorre Agrovinícola SA, bodega de Venta del Moro, otro de los municipios de la DO Utiel-Requena ha elaborado un Parreño 2012 de Viura y Verdejo.
Una doble V V nada inglesa, al revés, muy españolas. Un blanco de preciosa pinta a la vista, limpio, destellos verdi-dorados, transparente… pero Oh!! Baco, que nariz tan de “Castilla” profunda. He tenido que llevarme la copa a la nariz 10 ó 15 ocasiones para que no fuese engañado, para que lo que sentía a través de sus efluvios, no fuesen mis correrías por los viñedos y bodegas de cerca de Medina del Campo. Cogí la botella de nuevo entre las manos y leí reiteradas veces la etiqueta: Viura y Verdejo.
Precipité el líquido en mi boca, lo paladeé, lo aireé, lo llevé hacia el interior de las fosas nasales para que ese retro-aroma me certificase lo que desde fuera ya me había dicho mi pabellón nasal: Pues sí, era Verdejo. Un verdejo de Utiel-Requena, que no engañaba, tenía una señas de identidad propias. Su genética a través de la meseta central, “clavado” en las arcillas rojas de las Terrazas del Mediterráneo, en una tierra de frontera, a la que unos y otros a lo largo de los siglos han vapuleado, cambiado, traído y llevado de Castilla a Valencia, vuelta al revés y empezamos de nuevo. Hoy te quito, mañana te pongo. Moneda de cambio, o paño de lágrimas, si a lugar. Territorio de fríos inviernos y cortos veranos bañados por el húmedo Solano del Mediterráneo que da personalidad a nuestra uva tinta Bobal y por lo que parece y se “cata”, también modela, entresaca y pone en valor una Viura para el Cava de indudable valía y una naciente Verdejo que puede dar la campanada, tan fuerte, que se oiga hasta en las Playas de Gandía, en las de la Malvarrosa o Denia, y lo que es más importante: En sus chiringuitos de Playa, en sus restaurantes y en sus terrazas. Un Verdejo blanco de Utiel-Requena se abre paso arrolladoramente hacia el Mar.
Felicidades Luis Miguel. Has hecho un vino de raza y con un futuro muy prometedor.
Nada conseguido hasta hoy en nuestra Tierra.