No podía haber empezado mejor el mes de Septiembre de 2012. Y eso que la Vendimia empieza a invadirlo todo. Cual si de una marabunta silenciosa se tratase. Dos tractores una mañana a horas muy intempestivas para ser el final del verano, alguna que otra vendimiadora muy tempranera como un tiranosaurio rex que sale de caza, algunas plazas de la población, de normal vacias, con pequeñas concentraciones de gentes que esperan que les recojan para llevar al tajo, por si fuera poco algún transporte de residuos, “raspones”, que salen raudos de alguna bodega, vehículos de electricistas en número mayor del acostumbrado en las puertas de las bodegas… huy huy… me huele a vendimia, pues eso, que poco a poco hasta los mercadonas o los consums van a hacer su Septiembre, que antes era su Octubre. Un mesecito de “ventaja” en éste 2012. Pues nada, al toro que es Bobal en éste caso.
Ni pensar en Julio, que los primeros días de Septiembre cuando saliésemos a visitar los puntos elevados del territorio de nuestro Viñedo para el estudio y evaluación del Paisaje Cultural de la Vid y el Vino: “Territorio Bobal”, íbamos a ser “escoltados” por los corta uvas humanos o industriales, que ya son legión en nuestro Territorio .
Unas trece o catorce personas de variopinta razón y condición, tanto social como cultural, pero de cuna y raíz de la tierra a visitar, se dieron cita en en pequeño microbús que nos desplazó desde la Puerta del Sol de Utiel, llegado de la vecina y estimada Requena, hasta el Alto de la Mazorra en los piedemontes de la Sierra Negrete, y/o “tarima” y “pedestal” vigilante de la Casa Medina. Eran sobre las 9 de la mañana y comenzó la tarea atendiendo la experta explicación del responsable del proyecto con los formularios en la mano, enfrascados en los términos de poco uso en el argot vitivinícola, pero queriendo ser ensamblados en él si de paisajística se trata. Vista a los piedemontes de la Mazorra y larga mirada a los lejanos desde allí, viñedos y paisaje de la Vega del Magro que se dibujaban bajo la dorada luz de la mañana.
Hicimos después una subida cómoda con el propio microbús al Pico del Santuario del Remedio rodeados de antenas de comunicación y con el “terrorio Bobal” a nuestros píes. Gozoso cuando no grandioso, y por qué no monumental, desde esa atalaya, verlo casi todo. Un paisaje singular a la izquierda hacia Estenas, no me puedo sustraer a colocarlo aquí. Lo he fotografiado 100 veces y si puedo seguir haciéndolo, lo haré otras 500. Sin importarme tormentas o gélidos vientos que en ese “mirador” los tienes a porrillo.
Marchamos posteriormente a Sinarcas, Cerro Carpio. Subida a patita y en pendiente siguiendo la línea eléctrica que asciende desde la población hacia él. Otro paisaje de un valor único y visto hacia el puro norte, ligeramente noroeste, hasta que el rayo de tu mirada rebota y se frena en la sierra del Pico de Ranera. Los atardeceres, puede ser junto a Villargordo de los más bonitos de la Comarca.
Nos esperaba después el majestuoso Molón, al que no ascendimos hasta el punto más elevado por tener visión suficiente desde la Fuente que hay a media altura del mismo. Una verdadera pena, pues la “urbanidad” del lugar desaparece arriba para sentir el aroma de las nubes si es que lo poseen, aunque no sólo eso forma parte de su ser sino del que pretende como yo, sentirlas hasta la última molécula. Paisaje nuevamente singular el que queda al pie del mismo y rodea Camporrobles, que le da carácter a la población incluso.
Cruzamos hasta la “hermana” Fuenterrobles y buscamos un encanto, un dulce entre las elevaciones de nuestra tierra: el Cerro de la “Peladilla”. Hacia el sur se observa nuestra personalidad más acusada en el paisaje del viñedo, las ligeras ondulaciones de la Vega del Magro, salpicadas por blancos rotos de los segados barbechos de cereal y “pincelada” por grupos de pinos y carrascas que le otorgan la firma de autor.
No pudimos sustraernos a cruzar por la elevada y atravesada de Norte a Sur Bicuerca para ver nuevamente los viñedos de la Vega del Magro con vista al noreste. En toda su extensión y llenos de vida en éste mes. Calman el ánimo, sosiegan el espíritu y reverberan en la garganta como las finas burbujas de un cava. Queda la 2ª parte Venta del Moro y Requena que puede ser para no olvidar en la vida. Ojalá el trabajo una vez terminado mueva conciencias y arrastre voluntades, le vendrá bien a éste “Territorio Bobal”.