Es tiempo de preparación, de recogida. Se nota ya que el verano está cansado, agotado, ha perdido la energía. La luz, de tintes lechosos en plena edad adulta del mismo, se ha vuelto amarilla. Ya luce matices amarillos y ambarinos. Se agota el verano. Y al tiempo la noche ofrece un frescor más penetrante de lo habitual en plena canícula. Se deja llevar Agosto y se oxida al tiempo. La energía vital que ha lucido durante su vigencia, ha dorado frutos. Ha secado otros. Ha abierto ásperas fundas de almendras y nueces. La uva, dorada la blanca y negra y azulada la tinta, empiezan a invitar al baile a abejas, avispas y otros voladores volantineros que la han estado acechando y galanteando muchos días. Atractiva ella, no dejarán los dichosos e incansables zumbadores de darle algún que otro embate. Ante las solicitudes de ellos, lagrimas azucaradas les entregará. Sabrosas, pegajosas hasta el éxtasis.
La gente en nuestra tierra termina sus fiestas con premura. Sabe que les espera en el campo sin protección el fruto esperado. El cambio climático ha adelantado las fechas de recogida. Los ciclos evolutivos de la maduración se han vuelto más cortos.
<<¡Que adelante las fiestas el Ayuntamiento!>> Gritan por las calles. <<¡Que no abra la bodega en los días de las fiestas!>> Se oye por los bares y terrazas. <<¡Que no nos manden vendimiar muy tarde, que pierde peso el fruto!>>
La generalización de los nervios es como una marea. A todos llega. A unos más que a otros, dependiendo de la "altura" de cada uno. Normalmente en estos casos: de miras.
La vendimia que en Francia llegó a ser Vendimiario, aquí y cada año que pasa se convierte en "Dislocario".
josealphonso.